domingo, 12 de mayo de 2013

Té en Starbucks (#Starbucks)

Muy cerca de mi noche de cierre de seminario (en tiempo y espacio), me siento a pensar. Me siento a hundirme en mí. ¿Es eso pensar?. Tengo un poco de sueño, sólo un poco. Y aún me roza la cola del cometa de una semana de sentimientos que efervescieron desde cada fibra y me mantuvieron conmovida el alma por días. Ese cometa no pasó por los aires mientras lo miraba desde la tierra firme. Me impactó directamente, volé a su encuentro y mi rumbo cambió. Mi espíritu cambió. Mi alma vibró de una forma nueva y recuperó el poder innato. ¿Qué polvaredas cósmicas cubren con su manto sucesivo al corazón? Decanta lenta y pesadamente su presencia. Un día, el corazón que latió late pero sin que nadie lo escuche ya. Ni siquiera principalmente su propio dueño. ¿Es aceptable abandonar el terreno de los sueños, dejar abatido al espíritu a un lado del camino y calzarse las botas de la inercia? Esas que caminan solas con paso férreo. No cedo. Vuelvo a mí.

 La sintonía del alma (para vibrar en concordancia con la mente y el corazón) es tan sutil que requiere de la paciencia más absoluta para hacerse bien. ¿Qué espero sentado aquí, en este sofá que tantas veces me tentó a abordarlo? ¿Me espero a mí? Eso quisiera. Espero una evasión, lo veo claramente. Me decido ahora. Yo soy yo. Me paro, guardo mis notas y me voy.

ABRIL, 2013

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